Si Inter de Milán aceptó vender Achraf Hakimi a Paris Saint Germain fue porque confiaba en su reemplazante. Tal vez no pique los penales en una definición mundialista como hizo el marroquí, y nada menos que contra España, pero Denzel Dumfries también tiene lo suyo. El neerlandés fue clave para la victoria “naranja” sobre Estados Unidos en el partido que abrió los octavos de final. Un tractor imparable por la banda derecha, aplicado para marcar y sobre todo decisivo para romper defensas por afuera.
Controlar las trepadas de Dumfries es uno de los objetivos que deberá alcanzar la Selección el viernes, cuando el duelo ajedrecístico entre Lionel Scaloni y Louis van Gaal se establezca en el estadio Lusail. Se trata de una de las armas ofensivas de Países Bajos, por supuesto que no la única. En ese sentido será imprescindible controlar a Memphis Depay, quien puede asistir o desequilibrar en el mano a mano. Esa versatilidad del jugador de Barcelona lo hace muy peligroso, en especial cuando encuentra espacios entre líneas. Dejar huecos entre la espalda del volante central y la dupla de zagueros suele ser una invitación que Memphis acepta y aprovecha.
Memphis encontró un socio confiable en Cody Gakpo, joven atacante de PSV Eindhoven que transitó la fase de grupos en estado de gracia, ya que marcó goles en los tres partidos. Gakpo es potente y tiene buena técnica, típico producto de la escuela neerlandesa, esa que dio goleadores de la talla de Marco van Basten y Ruud van Nistelrooy. ¿Llegará Gakpo a ese nivel? Se verá cuando aterrice en una liga más competitiva. Mientras, está listo para darles dolores de cabeza a Cristian “Cuti” Romero y a Nicolás Otamendi. Cuidado con él.
Los equipos de Van Gaal suelen ser elásticos y esta selección neerlandesa no es la excepción. Por momentos ensaya un 5-3-1-1, que luego se transforma en 3-5-2. Esto se debe a la movilidad de Dumfries y de Daley Blind, los obreros de los laterales. En el fondo se alza, gigante, el defensor que todo equipo desea tener (pero disfruta Liverpool): Virgil van Dijk. A su izquierda luce muy sólido Nathan Ake, compañero de Julián Álvarez en Manchester City. Es una defensa que va muy bien de arriba, pero que sufre cuando De Roon y Frankie de Jong se ven superados en la media cancha. Esa será otra de las premisas que Argentina no puede abandonar; la de la presión constante para recuperar rápido la pelota.
La ronda inicial no mostró lo mejor de Países Bajos, más allá de la previsible clasificación en el primer puesto. A Senegal lo doblegó recién en los minutos finales, al cabo de un partido bastante parejo, y con Ecuador empató tras ser superado en algunos pasajes. Cerró sin exigencias contra Qatar, el peor equipo del Mundial. Durante esos compromisos no fue un equipo intenso ni lúcido, más bien transitó el juego a un ritmo acompasado, carente de brillo. Sus figuras casi no aparecieron. Todo cambió contra Estados Unidos, el primer mano a mano decisivo. Los norteamericanos perdieron 3 a 1, pero le crearon varias situaciones de gol a Países Bajos, que respondió golpe por golpe. Ir ganando desde los 10 minutos, gracias a Memphis, tranquilizó a los de Van Gaal y les facilitó un poco las cosas.
Está la promesa de un choque vibrante el viernes. Cuando Países Bajos engrana y mueve la pelota con velocidad, consigue ser un equipo vertical y complicado. Si le cambian el ritmo y le roban el protagonismo muestra otra cara. En el juego aéreo va a la carga encabezado por Virgil; mucho cuidado entonces con la pelota parada. Un terreno, además, en el que Argentina se mantiene en deuda en función ofensiva. Las especulaciones tácticas y la pintura imaginaria del partido da para todo, en especial con dos equipos que cuentan con fundamentos para ganar y aspiran a llegar a las semifinales.